NOTAS WEB
No te faltan horas; te sobran excusas
Anoche, en una terraza cualquiera, escuché el lamento universal:
«¡No me da la vida!».
Era la tercera vez que sonaba la misma queja en menos de diez minutos.
Pero algo llamó mi atención.
Uno de los presentes, mientras agitaba la cerveza, soltó:
«¿Habéis visto la última de El juego del calamar? Me he ventilado las tres temporadas en dos tardes».
Silencio incómodo. O tal vez revelador.
Porque, curiosamente, nadie dudó en opinar sobre el guion, muertes y efectos especiales.
Todos habían invertido al menos diez horas en la serie (cálculo aproximado porque no he visto la serie, pero menos no creo)… y otras tantas en debates de grupo, memes y teorías locas en Twitter.
Cuando se quedó sin espuma el último vaso, reapareció la vieja cantinela:
«Me encantaría aprender inglés, pero entre el trabajo y los críos no me queda un minuto».
Ahí comprendí que al día no le faltan horas; le sobran excusas.
No es una acusación. Yo también he hipotecado mis mañanas al scroll infinito y mis noches a series o películas de Netflix. Lo hago pero algunas noches puntuales
Hasta que un domingo, al revisar el historial de pantalla, descubrí el botín: 3 h aprox. en redes, 2 h 15 min en series, y solo 15 min leyendo aquel libro que prometía cambiar mi carrera.
La próxima vez que sientas que el tiempo se te escurre, haz un inventario brutalmente honesto de tus minutos.
Puede doler, sí, pero igual que duele una contractura antes de enderezarte la espalda.
Si quieres incorporar un hábito nuevo —escribir, correr, programar, meditar— no busques huecos libres: roba espacio a lo prescindible.
La serie seguirá allí mañana; tu meta, quizá no.
Cierra un capítulo antes de que Netflix reproduzca el siguiente.
Silencia el grupo de spoilers.
Instala un blocker que te dé un bofetón digital cuando lleves más de media hora de scroll.
El reloj no es el enemigo: lo es tu sistema de prioridades.
Y la buena noticia es que ese sistema lo configuras tú.
He decidido reservar mis mañanas para cosas que me acercan a quien quiero ser dentro de un año. Tal vez mañana me pierda el último giro de guion… pero dormiré tranquilo sabiendo que, por fin, mando yo sobre mi tiempo.
«El problema no es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho». — Séneca
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