NOTAS WEB
La queja te entretiene… y encima atrae a los cenizos
Hace años colgué la camiseta de “quejica profesional”.
Al principio costó: la queja es como un columpio. Te mece un rato, pero al bajarte sigues exactamente en el mismo sitio… y con idénticos problemas.
Lo peor no es el tiempo perdido. Es que, cada vez que protestamos, regalamos nuestro poder a otros. “No gano más porque mi jefe es un tacaño”. “No apruebo porque el profe me tiene manía”. Así nos convencemos de que no hay nada que hacer.
Déjame contarte por qué soltar la queja cambia el juego.
Primera razón. Cuando apuntas con el dedo, el cerebro desconecta el GPS interno que debería guiarte a la solución. Mejor pregúntate: ¿qué puedo hacer yo para conseguir lo que quiero?
Segunda. Cada lamento trae pegado un imán de energía chunga. No hace falta quemar incienso para notarlo: lo que emites, lo atraes.
Tercera. Las quejas son repelente de gente brillante. Los optimistas huyen; en su lugar llegan los cenizos con lluvia incorporada. ¿Seguro que quieres esa tribu?
Cuarta. Poner el foco en la queja es enfocar la linterna al lugar equivocado. Pierdes luz, pierdes ganas y tus metas se quedan a oscuras.
¿Que no es fácil? Tampoco es cirugía a corazón abierto. Prueba esto durante 48 horas:
- Cero críticas gratuitas.
- Discute menos, vive más. Entre tener razón y ser feliz, elige ser feliz.
- Borra de tu vocabulario los “peros” y los “es que…”.
- Y, por favor, aléjate de los cenizos con la misma velocidad con la que huyes de un desconocido con pistola.
Dos días, ni una queja. Usa esa energía extra para buscar soluciones. Luego me cuentas el cambio.
“Cuando lloraba porque no podía cambiar el mundo, olvidé que el mundo empezaba por cambiarme a mí.” — Desmond Tutu
👉 ¿Te pillas quejándote a menudo? Responde a este mail —sin lamentaciones— y cuéntame qué solución tienes en mente. Así veo cómo puedo echarte un cable 😉
P.D.1 Si te ha gustado esta reflexión, escribo una diaria, y lo mejor, la tienes aquí.
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